el saludo del sacristán
A veces no se puede creer en todo lo que dice en las palmas de las manos. Ni izquierda, ni derecha ni siquiera en los torpedos dorso.
Por eso sigo corriendo y a cada metro pareciese que voy a tropezar como hacen quienes tropiezan. Con ese aleteo tonto de brazos y el cuerpo inclinado hacia adelante, casi sientiendo en las mejillas el calor del pavimento.
Menos mal que corres. Pero hacia el otro extremo. Pobres manos tuyas. A veces no todo es mentira de lo que leemos en ellas. Pobres manos tuyas que no quisieron gritarte antes de tiempo. Pobres manos tuyas y es que te veías feliz.
Quién sabe si nos encontramos de nuevo, por cierto sin manos que leer. Por cierto que sólo con un breve saludo mientras seguimos corriendo y tropezando sin querer.
1 Comments:
una idea arrugada en papelera
ahi va...
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